Conclusiones del VI Congreso Internacional de Medicina Ambiental

William Rea, considerado el “padre de la medicina ambiental”, ha presentado los resultados de un análisis de aliento en 500 personas y todo ellas presentaban tóxicos.
El VI Congreso Internacional de Medicina Ambiental, organizado por las fundaciones Alborada y Vivo Sano en Alcobendas (Madrid), ha concluido este domingo con un llamamiento unánime de los médicos y demás expertos en salud para reducir la emisión de contaminantes físicos y químicos que afectan a nuestra salud. Los expertos, entre los que se encuentran media docena de los más destacados especialistas en medicina ambiental, consideran que se ha avanzado notablemente en los tratamientos de las denominadas enfermedades ambientales, pero consideran que ha de hacerse un esfuerzo mucho mayor tanto en la prevención como en la investigación de terapias.

William Rea, considerado el “padre de la medicina ambiental”, ha presentado los resultados de un análisis de aliento en 500 personas y todo ellas presentaban tóxicos. Los entornos controlados medioambientalmente consiguen reducir la carga tóxica y permiten mejorar a los pacientes con problemas graves de circulación sanguínea, entre otros. El fundador del Centro de Salud Ambiental de Dallas (EEUU), que ha tratado a más de 30.000 pacientes de enfermedades ambientales, incidió en la importancia de tomar alimentos ecológicos porque tienen más nutrientes que los convencionales, según diversos estudios, y, sobre todo, porque ayudan a mejorar a los enfermos por su poder desintoxicante. “Esta alimentación es imprescindible para disminuir la carga tóxica corporal”, concluyó.

Pilar Muñoz-Calero directora de la clínica de la Fundación Alborada, que ha traído a España los protocolos y enseñanzas de William Rea, anima a los médicos a que se formen en esta emergente rama de la medicina, por la necesidad de interpretar en “clave ambiental” muchos de los fenómenos que nos acechan a modo de enfermedad: Alzheimer, Parkinson, muchos tipos de cáncer, diabetes, hipersensibilidades a los químicos tóxicos o a las radiaciones electromagnéticas, fatiga crónica y fibromialgia, hiperactividad, intolerancias alimentarias, asma y alergias, tienen su causa principal o, al menos, guardan relación con la contaminación ambiental a la que nos exponemos a diario. “Pero también hay esperanzas, ya que la medicina ambiental trata con éxito los daños que provocan los tóxicos en multitud de estructuras de nuestro organismo, ayudando a recuperar la homeostasis y la capacidad de sanación”, concluyó. La doctora Muñoz-Calero recordó queel Consejo de Europa reconoce la medicina ambiental como una disciplina “transversal” que ha de impregnar el resto de disciplinas médicas.

La doctora Jean Monro, directora de la clínica Breakspear de Londres y homenajeada en este congreso por su contribución al desarrollo internacional de la medicina ambiental en las últimas dos décadas, expuso los más recientes tratamientos para la enfermedad de Lyme o SQM. Entre otras novedades, presentó un test oncológico aplicado a pacientes con sensibilidad química que permite predecir con bastante fiabilidad los resultados de tratamientos de medicina ambiental en estos pacientes.

El bioquímico Martin Pall trató sobre la exposición tóxica ambiental en las enfermedades inflamatorias crónicas. El doctor Pall ha encontrado un mecanismo bioquímico común en una treintena de enfermedades que van desde la Sensibilidad Química Múltiple a la Fatiga Crónica, pasando por Parkinson, Alzheimer, Esclerosis Múltiple, asma, autismo o hiperactividad. Todas éstas son dolencias que han disparado el número de afectados en las últimas décadas y el hallazgo de procesos bioquímicos comunes parece evidenciar que, al menos en parte, se deben al contacto constante con pesticidas organoclorados, carbamatos, disolventes orgánicos, mercurio, pesticidas piretroides y otros químicos habituales en el aire, el agua, los alimentos o la ropa.

El doctor José Francisco Tinao, director de la Clínica de Medicina Integrativa de la Fundación Vivo Sano, en Madrid, destacó en la misma línea que la medicina ambiental supone el necesario enfoque para las principales enfermedades “modernas”. “La medicina ambiental va a desempeñar en la medicina actual y futura un papel casi tan trascendente como el de los microbios a principios del siglo XX”, explica el doctorTinao, también, vicepresidente de la Fundación Vivo Sano. “Cada día se conocen más datos sobre el papel de los tóxicos medioambientales en el origen de distintas patologías o como factores coadyuvantes, y aún queda mucho por investigar y por aplicar en la práctica clínica diaria. La medicina debe comenzar a tomar iniciativas en la valoración medioambiental y en su repercusión sobre las personas”, concluye el director de la Clínica de Medicina Integrativa, ubicada en Madrid.

Dolores Romano, coordinadora del departamento de Riesgo Químico del Instituo ISTAS, criticó la falta de independencia de la ciencia, “que, en demasiadas ocasiones, se pliega ante los intereses de ciertas industrias” y resumió las conclusiones del Congreso de Riesgos para la Salud Pública y Medio Ambiente, celebrado en Madrid a mediados de mayo. Según estas conclusiones “los daños a la salud ocasionados por la exposición a disruptores endocrinos incluyen daños al sistema reproductor masculino y femenino, cánceres en órganos hormono-dependientes (mama, próstata, testículos y tiroides), daños al sistema neurológico, enfermedades metabólicas (como diabetes y obesidad), desórdenes del sistema neuroinmunológico (desde síndrome de fatiga crónica a esclerosis múltple)”. “Es obligatorio –leyó la experta del instituto sindical- prevenir la exposición y aplicar el principio de precaución”.

Javier Hernández Covarrubias, médico mexicano, habló del riesgo del mercurio que se encuentra en algunas vacunas, entre las que citó las de la gripe, y que está también presente en ciertas amalgamas dentales y en algunos medicamentos. Llamó la atención a las mujeres embarazadas sobre el riesgo de las citadas amalgamas, del pescado azul, de fumar, de los perfumes, de la pintura convencional o de la joyería que lleva plomo. Incidió en que los nutrientes de los alimentos ecológicos son indispensables para desintoxicarse y explicó un “plan de salud” en el que él trabaja y que consiste, groso modo, en bajar la carga tóxica total, en una nutrición adecuada, en suplementación y, en general, en mejorar la detoxificación.

Del aumento de la patología respiratoria en niños, así como de los trastornos alimentarios desde bebés habló Christine Esteve, médica homeópata que trabaja con la Fundación Roger Torné. La doctora Esteve, presentó un programa que desarrollan entre niños con asma y otros problemas respiratorios. Consiste en salidas a la montaña, cerca de Barcelona, donde enseñan a los niños hábitos sanos con el sistema respiratorio, además de educación ambiental, técnicas de relajación o talleres de cocina.

Respecto a la contaminación electromagnética. Fernando Pérez, especialista en geobiología, disertó sobre áreas geopatógenas, sus efectos en la salud y casos concretos de intervención con éxito. Según él, los límites legales no nos protegen porque se han decidido basándose en material científico algo antiguo. Las autoridades sanitarias en España y otros países no han tenido en cuenta que la contaminación electromagnética es hoy muy superior por la extensión de las tecnologías que la emiten.

Existe suficiente evidencia científica como para revisar los límites aceptables de radiaciones. Alfredo Suárez, director de la Fundación Vivo Sano, argumentó que el wifi no es inocuo y que los niños estaban obligados a soportarlo mediante el plan Escuela 2.0, por el que cada alumno tendría un portátil conectado con wifi. La crisis lo ha suspendido. Las autoridades españolas no están protegiendo la salud de los niños, cuando el Parlamento Europeo lo solicita y por ello han impulsado la campaña Escuela sin Wifi.

Alejandra Menassa, psicoanalista, explicó que el enfermo de SQM sufre una doble discriminación porque se le considera un “cuentista” por los demás pero al mismo tiempo el propio enfermo prefiere ser considerado enfermo físico como si esto fuera menos grave que ser enfermo mental. “Los SQM no son simuladores”, concluyó con rotundidad.

Elisa Sáncez-Casas, médica colaboradora de la Fundación Alborada, explicó la importancia de las terapia intravenosa de nutrientes en el tratamiento de pacientes con SQM. Esta terapia, cuya aplicación ha sido recientemente permitida por la Comunidad de Madrid después de un largo proceso administrativo, es fundamental para reducir el déficit de nutrientes característico de los pacientes con SQM y que son esenciales para que el cuerpo pueda luchar contra los tóxicos y expulsarlos. “En casos severos, es fundamental y a veces única la aportación endovenosa de nutrientes como vía de desintoxicación”, explicó la facultativa española.

Algunos datos sobre la toxicidad y las enfermedades ambientales

Desde 1965 se han creado cuatro millones de compuestos químicos diferentes de los que unos 100.000 se producen y comercializan actualmente. Un buen número de ellos son tóxicos y solubles en grasa, por lo que tienden a acumularse en el tejido graso. Por su parte, la eclosión de la telefonía móvil y otros muchos aparatos que emiten radiaciones han disparado una contaminación electromagnética cuyos efectos nocivos empiezan a ser reconocidos por la Organización Mundial de la Salud pese a las presiones del sector de las telecomunicaciones.
El efecto de la alta toxicidad en el ambiente y en los alimentos y el agua ha generado una variedad de enfermedades que comparten características bioquímicas. Sensibilidad Química Múltiple, fibromialgia, Fatiga Crónica, electrosensibilidad, Parkinson, Alzheimer, Esclerosis Múltiple, Estrés Postraumático, Síndrome de la Guerra del Golfo, Síndrome de Colon Irritable, asma, autismo, hiperactividad, tinnitus, Síndrome Asociado a Implantes de Silicona, Síndrome Aéreo, ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica), algunas esquizofrenias, epilepsia y otras dolencias han disparado el número de afectados en las últimas décadas y cada vez existe más evidencia científica de que, al menos en parte, se deben al contacto constante con pesticidas organofosforados y organoclorados, carbamatos, disolventes orgánicos, mercurio, pesticidas piretroides y otros químicos habituales en el aire, el agua, los alimentos o la ropa. No podemos olvidar el cáncer y la relación con la cantidad de sustancias carcinógenas que usamos constantemente, las enfermedades autoinmunes y los tóxicos que han probado ser disruptores endocrinos.
Sólo las enfermedades de sensibilización central podrían estar afectando en diversos grados a entre un 15 y un 20% de la población en los países desarrollados. En España, se estima que hay más de 300.000 personas que las padecen sin que reciban tratamiento adecuado por falta de clínicas especializadas. El número creciente de enfermos por causas ambientales es una sobrecarga para las familias y para los médicos que, en la mayoría de los casos, no saben cómo actuar para ayudarles.
Estas enfermedades emergentes cuestionan los límites legales de emisión de contaminantes desde el momento en que dosis muy bajas de un pesticida o de radiaciones electromagnéticas están enfermando a un gran número de personas.

La medicina ambiental y la medicina integrativa ofrecen un nuevo campo de información para el éxito en el tratamiento de un gran número de patologías. Una gran ayuda para cualquier problema de salud y un conocimiento imprescindible cuando nos encontramos con las llamadas enfermedades emergentes, multisistémicas o ambientales que, sin embargo, mejoran enormemente cuando ayudamos al organismo con nutrientes y eliminamos la toxicidad.
Es urgente conocer los protocolos de la medicina ambiental que llevan aplicándose durante más de 30 años a cientos de miles de pacientes en todo el mundo con muy buenos resultados. El mejor tratamiento, sin embargo, es la prevención de la exposición a tóxicos y radiaciones, en muchos casos, cambiando de residencia o lugar de trabajo
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